miércoles, 9 de octubre de 2013

“Y cada esfuerzo que haga, cada meta que supere va a ser un escalón más a donde quiero estar para no sólo pensar en vos, sino ir a buscarte y pedirte que vuelvas a mi lado.”

A
I.                    El joven aprendíz carga con el pesado libro y sube la escalera en espiral que lo llevará a su celda, donde deberá estudiar los textos escritos en todos los idiomas, cientoveintitrés veces, cada mañana, tarde y noche, antes del cenit de la luna.
II.                  Aprenderá a honrar al Sol cada amanecer, con el trabajo de los animales, el ayuno, el trabajo sobre uno mismo y el cuerpo.
III.                Llamarán meditación al tiempo de silencio. También habrá momentos de letanías y momentos de cuestionamientos. Sabrá ordenar todos los estantes de su mente.
IV.                Honrará el silencio como el Gran Maestro, aquel que nos encuentra directamente con Lo que Es.
V.                  Mirará con ojo crítico y con foco en lo Importante, a fin de detectar brillos y limar asperezas. Cincelará un arma, su arma, a modo de tendum.
VI.                Esta arma cincelará a su vez sus manos, las del joven aprendiz, mellando y fortaleciendo sus caras y aristas. Del metal puro sacará el brillo de la Verdad.
VII.              Aprenderá a embellecer su arma solamente con los motivos justos y necesarios. Aprenderá a ser medido, mesurado y a no tentar a la codicia ni la envidia.
VIII.            De los envidiosos aprenderá el don del ascetismo. De los charlatanes aprenderá el truco. Sabrá olisquear aquello que cada comensal sostiene en la punta de su tenedor. De los pasos infinitos en escalada sobre la roca con sus pies descalzos, sacará llagas, que fortalecerán su sostén y su avance.
IX.                De las noches en soledad aprenderá el arte de escuchar el silencio, de quien se dice enseña a distinguir la respiración de un ratón de la de una serpiente.
X.                  De los brillos en los ojos de las personas, el alma discrimina entre profundidades, así como del sonido de la caída de una palabra, se estima la profundidad de un pozo.


Pero para eso el joven aprendiz deberá transcurrir en la torre el tiempo suficiente para contar las peripecias de cuatrocientos veinte familias de arañas, en sus doscientas y tres mil generaciones. Una vez aprenda que cada partícula de su cuerpo es Dios, y aprenda a oír y percibir su nacimiento y su muerte, el Universo le otorgará el Don de la Visión, que es el Don del Amor.




B
I.                    La monja abandona el recinto. Sube a su caballo más amado, cierra asegurando sus escasas pertenencias y parte a través de la llanura. Debe ser veloz y sagaz si no quiere ser detectada por las fuerzas de control del formidable fortín. Cabalga día y noche sola a través de los pastos, donde joyas y gemas yacen esparcidas por todas partes, tentando al prófugo a detenerse por ellas. Cuando finalmente llega al plazo de 7 noches, penetra en el bosque profundo.
II.                  Ahí ella está sola, o cree estarlo, y no distingue en un principio el llamado de Los Seres. O los confunde con los ecos de los sonidos que su Soledad le trae de recuerdo del pasado.
III.                Ella está sola en el bosque y se encuentra la primera noche con un venado. Es un animal joven y hermoso. Sus patas están torneadas por la belleza, y el naciente cuerno en su frente brilla como una perla a la luz de la luna. Esa noche esa luna y la joven monja se han podido ver a través de los árboles. Y ha aparecido un venado. El venado la llama, se acerca, le lame las manos y le da consuelo. Le dice que no está sola y que él cerca estará. Es todo hermoso y brilla como la luna. Pero no es la luna.
IV.                El venado rompe con la paz de la monja. “Es un ser maravilloso y me habla”. “Sí, le dice la noche, pero no es tu Misión. Tu misión es regresar con la luz del Sol.”
Ella lo continúa viendo en sueños pero lo aleja de su pensamiento.
V.                  Cuando a la tercera jornada de noche, la monja se enfrenta a una total oscuridad de luna, su fortaleza no ayuda y llora. Llora y extraña al Venado hermoso y lo llama. Lo llama y el Venado acude a su primera noche de total oscuridad. Es oscuro como ella y le confiesa que se encuentra triste por no poder brillar como la Luna. El Venado envidia a la Luna.
VI.                Al otro día los débiles rayos del sol abrigan la esperanza de la Monja, quien retoma el camino, muy temprano, y por el cual avanza fatigosa.
VII.              Cada jornada se hace intensa y el bosque cada vez más cerrado. Y aparecen las manchas de fango. Las manchas de fango en realidad son ciénagas, y en las ciénagas están los muertos. Apestan y succionan los pies, pero son un paso inevitable para retomar la otra orilla del bosque.
VIII.            Las noches se hacen más de noche y la Monja a veces llama a su amigo el Venado, quien la ayuda a pasar su soledad,  mientras ella escucha su penar. No entiende cómo siento el Venado tan hermoso solamente llore de envidia al astro.
IX.                A los 3 meses de encierro, aparece ante su vista La Serpiente, heroína enroscada y de cuentos, poseedora de unos ojos que ven más allá de la Oscuridad. La Serpiente anda por los suelos, y por ello es que ella puede ver con qué seguridad camina el Humano.
X.                  La Serpiente es muy sabia, y siempre ha sido utópica. Y como es tan antigua, siempre ha estado aquí para ayudarnos.
XI.                La Serpiente le dice:  “Monjita que haces votos, ¿de qué te escapas? ¿Por qué has huido de tu lugar? ¿Por qué has elegido la Noche? ¿De qué tienes miedo?”
XII.              Ante el desconcierto, La Serpiente pregunta: “¿Confías en mí?”
XIII.            La Monjita huye asustada.
XIV.            /Comienza el derrotero de la Monja./ Asustada, la joven huye de La Serpiente. Luego de correr y correr, se detiene a respirar y se siente desfalleciente. Mira sus manos: sangre. Observa lo que tiene apretado en ellas: una reliquia. Con Ira, arroja el objeto al suelo. Con miedo se pregunta aquello que resuena en su cabeza: “¿De qué huyo?  ¿Confiaré en esa tal Serpiente?”. Piensa que lo mejor es ser precavida con aquella tan osada. Recarga sus pulmones, y mirando el objeto tirado en el suelo, suspira con alivio y vuelve a correr.
XV.              Ahora se siente más liviana del objeto metálico y pesado aunque extraña su orfebre belleza. Una reliquia de otro tiempo, que le recordaba valores y anécdotas de su familia. Nada más. Es preferible tener las manos libres. Y además, la herida inconsciente sangra y duele.
XVI.            Lleva corriendo y huyendo  cuatro largos meses. Los últimos tiempos han sido más duros ya que debido al susto de La Serpiente, su camino se ha desviado. Ella presiente que levemente, pero de verdad, presiente que está muy perdida y el sol está tan lejos que poco a poco pierde su rumbo. Tiene miedo pero no quiere saber nada con el miedo.
XVII.          De sus dolores lunares aprenderá que todo tiene su tiempo. Que las pausas son necesarias para respirar, y que ningún cuerpo puede entrar en nosotros si no lo permitimos el ingreso. Aprenderá lo necesario que es depurar y limpiar. Del placer de saberse vivos y en funcionamiento.
XVIII.        “Y que la vida es una y ante el desconcierto: huye o afronta”, le susurra la Noche.
XIX.            Una de las noches/días, en esos confusos momentos de atontamiento y aburrido abatimiento que la monotonía del bosque le ofrece, ella se encuentra con un Ser. Mono, algo-que-quisiera-ser-Humano-o-que-juega-con-serlo. El Ser la entretiene y divierte. Su existencia le resulta interesante y le ayuda a pasar la Soledad en menos Silencio. De alguna forma ella siente que ya a conocido a ese ser antes, y una de las noches recuerda que le recuerda a su pueblo. Ella bendice al Mono y lo deja ir.



“Huyo de no saber.”




Cuando llegue la Total Noche ella sabrá que su verdadera Naturaleza es la de la Sacerdotisa, la que invoca la noche y la amansa, la que atraviesa desiertos dentro y fuera de la gota. La que extirpa tumores con una de sus pestañas, la que es Madre y siempre Hija y Hermana.

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